jueves, 21 de mayo de 2009

NIÑO MARISCAL CHAPERITO

Walter PÉREZ TERREL
Título de la obra en español:
NIÑO MARISCAL CHAPERITO
Carátula: Fotos

Argumento: Músicos y Compositores.
Publicaciones:
Primera edición: agosto 2009 (edición rustica)


Walter Pérez Terrel
Licenciado en Ciencias Físicas y autor de textos, tesis, monografías y ensayos.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Facultad de Ciencias Físicas, Lima Perú.


GRUPO EDITORIAL “MEGABYTE”
RUC: 1084182709
ISBN: 0-291-68745-9



DEDICATORIA
• A mi abuela, a mi madre, a mi compañera, a mi hija, a mi hermana, a mi tía, a mi sobrina, a mi ahijada y a mi amiga.
• A todas las Mujeres.
• A la Mujer.

(La mujer, está donde le corresponde. Millones de años de evolución no se han equivocado, pues la naturaleza tiene la capacidad de corregir sus propios defectos.)


Prólogo del autor
Desde que era un niño escuché al Centro Musical “Lira Tarmeña” y las voces del dúo Lavado y Pizarro, asistí con mis padres muchas veces al desaparecido Plaza de Toros de Tarma, hoy coliseo Manuel A. Odría, en años 1964, 1965, … donde se podía ver y escuchar a los artistas vernaculares de todo el Perú.
En 1982 conocí a don Juan Lavado Castro, el popular “Ventanita”, en Lima, cuando dio un concierto en el teatro Municipal en compañía de don Adrian Solano Cruz que dirigía con acierto al Centro “Musical Lira Tarmeña”. Desde entonces estuve en todas las actuaciones de Ventanita y la orquesta típica “Lira Tarmeña”. He venido a Tarma a visitar a don Juan Lavado decenas de veces, conversábamos muchas horas sobre los músicos y compositores tarmeños. Me contó su trayectoria artística y me confesó su admiración artística por Daniel Rojas Rojas. Sentía orgullo de su amistad franca y sincera con el general Manuel Odría, recordaba su asistencia a Palacio de Gobierno el día del cumpleaños del “General”.
Don Adrian Solano Cruz, me contó la historia de la fundación de la “Lira Tarmeña”, su amistad con Antidio Rojas García, su repentina desaparición, el misterio de la muerte de Antidio.
También tuve amistad con Pablo Oropeza de la Cruz y Pablo Navarro Lovera, colegas y amigos de Antidio Rojas García, que posteriormente confirmaron la versión de Adrian Solano sobre la causa de la muerte de Antidio Rojas García.
Me motiva esta publicación el compromiso moral con don Juan Lavado y don Adrian Solano, que dedicaron su vida en favor de la música tarmeña.
Los niños y los jóvenes tarmeños, tienen una herencia cultural que cuidar y desarrollar. Ningún otro pueblo tiene representantes ilustres como José Gálvez Barrenechea y Adolfo Vienrich de la Canal, menciono a dos de muchos otros. Los tarmeños tenemos razones suficientes para sentirnos orgullosos de nuestro pasado en los que se refiere a la música, a las danzas y nuestras tradiciones.

“Niño Mariscal Chaperito”
(Niño Jesús, Niño Dios)




Dedicatoria: A Raúl Terrel

Pido a las niñas y los niños que me perdonen por haber dedicado este libro a una persona mayor. Pero tengo una excusa muy poderosa: esta persona mayor es el mejor amigo que he tenido, fue mi segundo padre después de perder a mi verdadero padre. Y tengo otra excusa: ésta persona es capaz de comprenderlo todo, hasta los libros para los niños. Y aún tengo otra excusa: esta persona vive en Perú, donde sufre del mortal cáncer a los pulmones. Por lo tanto, tiene gran necesidad de ser con solada. Si no fueran suficientes estas disculpas, entonces deseo dedicar este libro al niño que en otro tiempo fue esta persona mayor. Todas las personas mayores fueron antes niños (aunque pocas de ellas lo recuerdan). Rectifico, pues, mi dedicatoria:

A Raúl Terrel
(cuando era niño)




“Niño Mariscal Chaperito”

UNO

El 29 de junio, en el cerro “San Cristóbal” en la ciudad de Tarma, con mi madre y mi hermana, observamos el cielo azul iluminado con estrellas. Para pasar el tiempo apostaba a mi hermana menor a encontrar la estrella más brillante en el cielo.

En otras noches cuando estaba solo me imaginaba figuras en el cielo, formada por las estrellas que me servían de puntos en el inmenso plano azul. Para observar las estrellas sólo bastaba salir al patio de la casa patriarcal en el cerro “San Cristóbal” que me servía de observatorio. Mirar al cielo iluminado es un espectáculo que te llena de gozo, especialmente en los meses de mayo y junio, el cielo de Tarma es limpio y majestuoso.

“Mi Tarma ciudad hermosa,
cautiva los corazones,
lo digo porque nací en esta tierra
lo digo porque nací bajo su cielo”.


Cierta noche le confesé a mi mamá, que había observado la fisonomía de nuestro Señor Jesucristo (Taita Cristo) en el cielo, y mi mamá miró al cielo, pero no vio nada, intento varias veces y no pudo ver el icono de Jesucristo. Ella me dijo:

-Yo no veo nada, debes estar soñando con los ojos abiertos.

Y le respondí:

- Mamá, te juro que yo puedo verlo siempre que lo necesito, después de una oración sincera, y a veces lo veo acompañando de su madre la virgen María.

Y ella me dijo:

- Me estas tomando el pelo, le diré a tu papá que te lleve a un oftalmólogo.

En verdad nadie me tomó en serio, ni mi familia, ni mis amigos, tampoco las personas mayores, siempre que hablaba de estrellas en el cielo, se burlaban de mí. Mi padre me aconsejó que estudiara Matemática, Comunicación y Geografía. A mi corta edad de siete años, abandone la magnífica carrera de Astrónomo o posiblemente de Astrofísico. Me sentía desalentado por el fracaso de mis observaciones. A las personas mayores les cuesta mucho comprender las cosas simples por sí mismas, y un niño no tiene la capacidad de explicar con propiedad las leyes de la naturaleza. Las personas mayores siempre buscan explicaciones convincentes y detalladas.

Tuve que aprender otro oficio, y me dedique a estudiar Ingeniería Aeronáutica en la Universidad Nacional de Ingeniería en la ciudad de Lima. Cuando cumplí 25 años me dedique a los vuelos comerciales como piloto de avión, desde entonces volé por todo el mundo, podía diferenciar a golpe de vista la pampa de Nazca en Ica y el desierto de Sechura en Piura, en verdad saber Geografía me sirvió mucho. Es muy útil saber Geografía del Perú y del Mundo, especialmente cuando uno se pierde de noche en el cielo plomizo de Lima.

Cada vez que conocía una persona mayor con muchos grados académicos, me emocionaba y les hablaba de las estrellas en el cielo, y de las figuras que yo veía cuando era niño, y me contestaban:

- En el cielo no hay nada humano, sólo estrellas, planetas, asteroides, cometas, polvo cósmico y plasma.

Entonces me ponía a su nivel y les hablaba de política, del color de sus corbatas, de los autos de carrera, del vino, del pisco, de la fiesta taurina, de fútbol y de mujeres. Y las personas mayores se quedaban muy satisfechas de haber conocido a un hombre culto, razonable y progresista. Para las personas mayores, soy un triunfador, que sólo le falta tener esposa e hijos pero no más de dos, pues para las personas mayores un niño es un lastre en el desarrollo académico y profesional.

Viví así, solo, sin tener a nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que hace cinco años tuve una descompostura en el motor de mi avión en el desierto de Sechura en el departamento de Piura. El motor del avión necesitaba un cambio de aceite de urgencia. Como no me acompañaba un ingeniero mecánico, ni pasajero alguno, me dispuse a hacer yo solo la tarea de cambiar el aceite al motor, tarea difícil, pues el motor de un avión es bastante grande comparado con el motor de un automóvil. Para mí era cuestión de vida o muerte, apenas tenía agua y comida para cinco días.

La primera noche dormí sobre la arena, a doscientos kilómetros de distancia de cualquier lugar habitado, soñé estar tomando una chicha morada helada bajo un árbol de algarrobo. Me sentía como un náufrago en una balsa en medio del océano pacifico, mi sorpresa fue grande cuando al día siguiente, me despertó un grata vocecilla de un niño que decía:

- ¿Eh?, amigo, ¿te gusta mirar a las estrellas?

Agrego diciendo:

- Te invito esta noche a mirar las estrellas, te enseñaré la osa, el caballo, el tigre, el gladiador romano y otros más.

Me levanté de un salto, con el reflejo de un felino, me acaricié la cara con fuerza para despertarme, miré y descubrí a un hombrecito pequeño, es decir un niño que vestía con uniforme de soldado napoleónico y me observaba sin temor, es más diría muy confiado de la situación en que nos encontrábamos. Y me volvió a preguntar:

- ¿Eh? amigo, ¿te gusta observar a las estrellas?

Para iniciar el diálogo le respondí afirmativamente con la cabeza moviendo hacia arriba y hacia abajo. Este niño tenía la autoestima muy elevada, no parecía perdido, ni cansado, ni muerto de hambre, ni de sed, ni sentía miedo. Pero yo quería una explicación de éste niño. Y volvió a invitarme a observar estrellas en la noche, diciéndome:

- Te invito esta noche a observar las estrellas, te enseñaré la osa, el caballo, el tigre, el gladiador romano, a Jesucristo y a la virgen María.

Pero cuando al fin pude ordenar mis ideas le dije:

-¿Qué haces aquí niño…tan lejos de la ciudad?

Como se tratase de una cosa muy seria, repitió lentamente y fuerte:

- ¿Te gusta mirar a las estrellas?

Luego con voz suave agregó:

- Esta noche el cielo se pondrá azul para observar estrellas, tengo un registro de diez mil figuras, el que más me gusta es: “el guerrero huyendo en su caballo cogiendo a su novia de la cintura”.

Ante la insistente invitación de éste niño, acepté, de pronto recordé cuando yo era niño, cuando veía las estrellas en el cielo azul de Tarma, me conmovió con sus primeras palabras este niño que parecía ser soldado del ejército francés en los tiempos del famoso Napoleón Bonaparte, de cabello rubio y ondulado, vestido impecablemente. Me recordaba a las fiestas patronales en la provincia de Canta en el norte de Lima. El Niño Mariscal Chaperito, es el santo patrón de pueblo de Canta. El niño sin perder la calma y sin importarle mi asombro me miró a los ojos y me dijo:

- ¿Cuántas figuras has logrado observar en el cielo? ¿Qué figura te gusta más? ¿Te gusta observar la Cruz del Sur?

Entonces me emocioné, casi no podía hablar, se me hizo un nudo en la garganta y le dije:

- Cuando tenía siete años identifique en el cielo, la cacerola, la osa, el tigre, el caballo, a Jesucristo y la Virgen María, pero por la incomprensión de las personas mayores no pude registrar más figuras en el cielo.

Y el niño me respondió:

- Que pena que conozcas tan pocas figuras, te falta miles de figuras por identificar.

Cuando empecé a revisar el motor, encontré dañado la hélice del ventilador y el trabajo fue mucho más grande, pero mientras yo trabajaba el niño me narraba como había descubierto cada figura en el cielo, no permitía que le haga muchas preguntas, sólo podía preguntar por el nombre de estas figuras. Descubrí que cada figura tenía un nombre y un código, por ejemplo el caballo era de código 118 y la cruz del sur de código 3547, y también registraba las fechas. Éste niño es extraordinario, está dedicado a tiempo completo al registro de figuras del cielo. Al terminar el día, tuve que asearme para observar estrellas en la noche.

Ésta noche el cielo de Sechura estaba limpia e iluminada. Me enseñó muchas figuras en el cielo diciéndome el nombre y el código de cada uno de ellos, por momentos se sentía nostálgico el niño, cuando recordaba el contexto como había descubierto cierta figura en el cielo. Encontré en este niño a un amigo que no pude tener en mi niñez, pues creo que nunca olvidaré a este niño que cayó del cielo. Desde el primer momento lo traté como a un angelito que cayó del cielo, y con mucho cariño le dije:

- Tú eres el “Niño Mariscal Chaperito”.

El niño de cabello rubio y ondulado, con uniforme militar francés, al estilo de Napoleón Bonaparte, me miró a los ojos y sonrió levemente con deleite y luego giró la cabeza con dirección al cielo. Desde este momento me dirigí a él diciéndole: “Niño Mariscal Chaperito”.


DOS

El “Niño Mariscal Chaperito” era impertinente, no dejaba de hacerme preguntas, sobre las estrellas y las figuras en el cielo, pero parecía nunca comprender las preguntas que yo le decía. De cada respuesta breve que daba pude descubrir difícilmente el secreto.
Tardé mucho tiempo en comprender de donde venía este niño rubio de cabello ondulado, a quien empecé tenerle afecto.
El Niño Chaperito estaba de visita en la Tierra, venía sin duda de un asteroide o planeta muy pequeño comparado con la Tierra. Cuando por primera vez vio mi avión, me interrogó:

- ¿Qué es esa cosa?

Molesto le dije:

- Esto no es una cosa. Esto vuela, es un avión, es Mi avión.

Me sentí muy orgulloso, como los adultos en la Tierra, cuando le explicaba cómo funcionaba el motor de mi avión y como podía volar por el cielo.
Y el Niño Chaperito de pronto dijo:

- ¿Has caído del cielo con esta cosa?

Le respondí afirmativamente:

-Si.

Le contesté con modestia, me costaba mucho no perder el control.

-¡Qué divertido!

El Niño Chaperito lanzó una simpática carcajada que, no obstante, me irritó mucho. Pues como persona adulta quiero que mis desgracias se tomen en serio. Después añadió:

- Entonces, ¿tú también llegaste del cielo? ¿De qué planeta?

Entonces pude deducir que el Niño Chaperito estaba de paso por nuestro planeta. Sin contener mi emoción le pregunté bruscamente:

-¿Vienes de otro planeta? ¿De qué planeta amiguito?

No me respondió, y giro su cabecita en dirección de mi avión y lo observó detenidamente como quien quisiera saber cómo puede volar por el cielo este aparato de metal tan grande y pesado. Luego me dijo:

- En esto (avión) no es posible que hayas venido de muy lejos…

Y parecía que recordaba a su planeta, a su casa, a su familia, miró al cielo lanzando un suspiro.

Sentía curiosidad por saber de dónde venía el Niño Chaperito, me esforcé por saber más.

- Niño, ¿de dónde vienes? ¿Dónde está tu casa? ¿A dónde viajas?

Pero el Niño Chaperito no contestaba de inmediato. Después de meditar en silencio me contestó:

- Vengo de un asteroide muy pequeño, le llaman el asteroide WPT-2331 esto se encuentra registrado en el gran libro galáctico. Mi casa se encuentra en éste asteroide. Estoy viajando por toda la Galaxia buscando la figura del “mono” de código 798, es posible que esta figura se haya perdido para siempre. Estoy de regreso a casa.

El Niño Chaperito se calló, agacho la cabeza y lloró en silencio. Esperé un momento dándole tiempo para que se calmara y le pregunté:

- ¿Por qué es importante esta figura para ti?

Ya calmado me respondió así:

- Esta figura lo descubrió mi padre cuando era un niño. Pero tres estrellas que formaban esta figura ya no existen, han colapsado. Esta figura es un recuerdo de mi familia, es muy importante para mí, espero que comprendas la falta que me hace.

No sabía que decirle para consolarle, le agarre sus manitos y lo abrasé como un padre abraza a su hijo.


TRES

Así supe que el Niño Chaperito era una persona muy sentimental y espontánea, que conocía mucho de Matemática, Física, Química y Astronomía. El asteroide donde vive es muy pequeño, que no es muy conocido por los astrónomos de la Tierra.

Recordemos, al astrónomo italiano Galileo Galilei (1564 – 1642) que fue el primero en la historia de la humanidad, en dirigir al cielo el telescopio, descubriendo todo un conjunto de nuevas estrellas; demostró que la Vía Láctea se compone de un gran número de estrellas; descubrió los satélites de Júpiter, las manchas solares, la rotación del Sol; estudió la estructura de la superficie lunar. Galileo era partidario activo del sistema heliocéntrico de Nicolás Copérnico, prohibido en aquellos tiempos por la iglesia católica. Las persecuciones por parte de la inquisición amargaron los últimos años de vida de este célebre sabio. Así son las personas mayores, sólo esperan escuchar lo que les conviene, entonces, la verdad incomoda.

Cuando un astrónomo descubre un nuevo planeta o asteroide le da un código por nombre, por ejemplo el “asteroide DPC-7442”.

El asteroide de donde viene el Niño Chaperito fue descubierto por el astrónomo Inca Umancocha, en el Cusco, en 1530 d.C. con ayuda de un telescopio. El astrónomo comunicó su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó debido a su manera de vestir, por su cultura inca y no hablaba el español. Pero afortunadamente para el asteroide WPT-2331 los incas fueron conquistados por europeos, y todos deberían tener un Dios, y vestirse como los conquistadores europeos y hablar en español. Posteriormente el Inca Umancocha, dio cuenta del descubrimiento del asteroide WPT-2331 en 1540 d.C., como vestía como europeo y hablaba en español todo el mundo le creyó. Así son las personas adultas, les impresiona mucho la forma de vestir y hablar. Si ahora describo al asteroide WPT-2331 es para satisfacer a las personas mayores. A estas les gustan los números y los códigos más que nada. Cuando les hablas de un nuevo amigo nunca preguntan: ¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Qué música prefiere escuchar? ¿Qué hace en su tiempo libre? ¿Colecciona mariposas? ¿Qué libro ha leído últimamente?; pero en cambio preguntarán: ¿Qué edad tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuántas tarjetas de crédito tiene? ¿Dónde vive?, solamente así consideran que lo conocen bien.

Si a las personas mayores le dices que: “He visto una casa preciosa, junto al río, de ladrillos color naranja, con un jardín lleno de rosas y palomas en los tejados”, nunca llegarán a imaginarse como es ésta casa. Para que se imaginen tenemos que decirles: “He visto una casa que vale un millón de dólares”, entonces si exclamaran entusiasmados: “¡Oh, qué casa tan hermosa!”

Si le decimos a las personas mayores: “La prueba de la existencia del Niño Chaperito consiste en que es un ser encantador, inteligente, emotivo, que reía y que tiene un registro de diez mil figuras en el cielo”, encogiéndose de hombros nos responderán que son explicaciones para niños.

Ahora bien si le decimos que: “El Niño Chaperito vino del asteroide WPT-2331”, quedaran todos satisfechos y te considerarán un hombre culto. Las personas mayores son así, y no hay razón para reprocharlos. Los niños del mundo tienen que perdonar por todo esto a los adultos.


CUATRO

El Niño Chaperito es un ser afectivo, perspicaz y seductor, que se preocupaba mucho de las estrellas grandes y las estrellas pequeñas. En la vía Láctea están detonando las estrellas pequeñas y las gigantes se expanden como un globo para luego contraerse por efecto gravitacional hasta transformarse en agujeros negros. Este fenómeno le pone triste al Niño Chaperito, pues es como perder piezas de su rompecabezas, pues le faltarán estrellas para formar las diferentes figuras en el cielo. Cada vez que sucumbe una estrella el Niño Chaperito se pone melancólico y sufre, entonces busca las puestas de Sol.

El tercer día a las 12:00 horas de dijo:

- Me encantan las puestas de Sol, vamos a ver una.

Pero era medio día, imposible ver el ocaso del Sol.

- Tendremos que esperar…

Sorprendido me respondió:

- ¿Qué tenemos que esperar?

- Pues que el Sol se ponga.

Mi respuesta le ha dejado muy sorprendido al Niño Chaperito. Después se rió de sí mismo y dijo:

- Siempre creo que estoy en el patio de mi casa.

Pues en efecto todos sabemos que cuando el Sol se oculta en el Perú en el mismo instante está amaneciendo en China, el planeta Tierra gira a razón de 15 grados sexagesimales cada hora, es decir da una vuelta en 24 horas. Si vuestra casa estuviera en Tarma, estaría recorriendo 1 600 km en cada hora aproximadamente. Pero en el asteroide del principito le bastaría trasladar la silla unos cuantos metros (seis metros) para completar el crepúsculo cada vez que lo desea.

El Niño Mariscal Chaperito se puso triste y me confesó:

- Un día vi la puesta de Sol cuarenta y siete veces. Cuando uno está realmente triste le gustan las puestas de Sol.

Y le pregunté:

-¿Estabas muy triste el día que contemplaste las cuarenta y siete puestas de Sol, verdad?

Y me dijo con voz débil:

-Ese día me enteré que explotaron tres estrellas pequeñas, transformándose en enanas blancas; y una estrella gigante se transformó en “Agujero Negro”. Perdí ocho figuras de mi colección.

El Niño Chaperito se quedó callado y después me describió su asteroide:

- Mi asteroide es un cuerpo esférico que tiene un radio de 24 metros y gira a razón de 15 grados sexagesimales cada hora, mi casa que se encuentra en la zona ecuatorial, recorre 6 metros cada hora.

CINCO

Finalmente terminé con la reparación del motor del avión, después de cinco días de trabajo con la grata compañía del Niño Chaperito. De pronto le dije:

- Sabes amiguito que me gustaría quedarme más tiempo contigo observando las estrellas, pero es imposible, tengo que regresar, en el aeropuerto me esperan para seguir haciendo mi trabajo.

Y le pregunté:

- ¿Tienes papá y mamá?, ¿Tienes hermanas?, ¿Tienes hermanos?

El Niño Chaperito no contesto, se puso triste y agacho su cabecita. Me arrepentí de haberle hecho esa pregunta, pero sentía curiosidad de saber más sobre él. De pronto escuché que cantaba una canción muy triste, como el yaraví, como los huaynos de Tarma, cuyas letras dicen:
I
Yo no tengo madre
yo no tengo padre
yo no tengo hermanitas,
estoy solo en este mundo.
II
Vivo solo sin padre
vivo solo sin madre
vivo solo sin hermanas,
estoy solo en este mundo.
II
La Luna es mi madre
el Sol es mi padre
y las estrellitas son
mis hermanitas.


Cantó con un sentimiento celestial, mirando al cielo, mientras le contemplaba. Ésta canción me puso nostálgico…y lloré, porque yo también soy huérfano de padre y de madre, y tampoco tengo hermanas ni hermanos vivos. Nos quedamos quietos en silencio un largo intervalo de tiempo. Poniendo mucho valor, me acerqué, le di un apretón de manos y le dije:

- Eres el amigo que siempre esperé tener, nunca te olvidaré.

Pero al Niño Chaperito no le gustan las despedidas. Muy triste, esforzando una sonrisa leve me dijo:

- Hasta pronto señor.

Y yo le respondí:

- Te extrañaré estimado amiguito, cuídate mucho, espero vernos algún día, adiós.

Mis compañeros de la aviación comercial que me recibieron en el aeropuerto “Jorge Chávez” de Lima mostraron alegría por volverme a ver vivo. En cambio yo me sentía triste, pero les decía: “es el cansancio”.

Cuando miro al cielo, todas las noches, pienso en el Niño Mariscal Chaperito. ¿Faltará alguna estrella?, porque si una estrella faltara, el Niño Chaperito, se pondrá muy triste.

¡Ninguna persona mayor comprenderá nunca que esto tenga tanta importancia!

Hey amigo lector, te digo, si algún día viajas al desierto, y un niño se acerca, si ríe, si tiene el cabello rubio y ondulado como el Niño Jesús, si no contesta cuando se le pregunta y te invita a observar estrellas en la noche, adivinaras quien es. Sea amable con él, es el mejor amigo que he tenido. No olvides de enviarme un mensaje pronto, pues el “Niño Mariscal Chaperito” ha vuelto a la Tierra otra vez…

EPÍLOGO

De esto hace ya cinco años…nunca había contado ésta historia. Hoy he cumplido 45 años, y hace 5 años que se fue mi amigo. Mi corazón siente una gran pena ante estos recuerdos, estoy escribiendo estas líneas con llanto en los ojos. No siempre se tiene un amigo como el Niño Chaperito, intento describirlo lo mejor que puedo y lo hago solamente para no olvidarlo. Produce mucha tristeza olvidar a un amigo. El Niño Chaperito tenía gran necesidad de tener un amigo, y yo también. No todas las personas tienen un amigo sincero.

Yo, no quiero ser como las personas mayores, que sólo piensan en números y códigos, por eso he comprado una caja de colores y varios cuadernos de dibujo para hacer un registro de las diez mil figuras que el “Niño Chaperito” me enseñó a identificar en el cielo. Me miro al espejo y me veo como una persona mayor, pero tengo el corazón de un niño, que tiene la necesidad de tener un amigo como el “Niño Chaperito”.

He pensado mucho en mi encuentro con el “Niño Chaperito”, tengo la certeza que fue el “Niño Dios”, el “Niño Jesús” (niño Jesucristo vestido con uniforme militar), que me ayudó a arreglar el desperfecto en mi avión, es decir me salvó la vida. Te digo con respeto, Niño Mariscal Chaperito, tú que llevas la contabilidad de las estrellas del Cielo, te pido que vigiles a la estrella de Belén. He tomado la firme decisión de hacerle una fiesta patronal en mi barrio del cerro “San Cristóbal” en Tarma, los días 7, 8 y 9 de enero de cada año, como muestra de mi gratitud al Hijo Unigénito del Padre Celestial. Desde hoy, te digo, Niño Mariscal Chaperito serás para mis paisanos el “Niño Jesús de Tarma”.

Con mis ahorros le haré una mayordomía, el 7 de enero será la víspera donde las mujeres adultas y ancianas prepararán la cruz adornado con arrayán, geranio, alhelí, airampo, rima-rima y otras flores nativas; harán arreglos florales y macetas para adornar la iglesia; sacrificarán a los cuyes, conejos, carneros y cerdos para el banquete del día siguiente. En la noche del día 7 se quemaran castillos artificiales, se lanzaran cuetes y bombardas y se realizará una corrida con toros hecho por los mejores pirotécnicos de la ciudad de Huánuco. El día 8 de enero en la mañana se realizará una misa en la iglesia de “Santa Ana”, luego pasaremos a la casa del mayordomo para almorzar, de entrada se servirá un agradable menestrón y luego el sabroso picante de cuy, y después bailaremos al compás de la banda de músicos “Santa Cecilia de Acolla”, en el atardecer llevaremos la cruz al recinto del santo patrón “San Cristóbal”.
El día 9 de enero el mayordomo ofrecerá un desayuno con tamales y café de Chanchamayo a los invitados y al público en general, y a medio día convidará una pachamanca y luego iremos a la cumbre del cerro a bailar el tradicional “corta monte” animado por la orquesta típica “Selección Tarma” dirigido por el violinista Hilario Guadalupe Arellano.

Después de una oración sincera al “Todopoderoso”, he tenido un sueño, una revelación: El primer año el “Niño Chaperito” saldrá en brazos de su madre la Virgen María, en procesión vestido de soldado peruano, el segundo año se vestirá de cadete, el tercer año se vestirá de teniente, el cuarto año de capitán, el quinto año de mayor, el sexto año de comandante y así sucesivamente hasta alcanzar el máximo grado, el de Mariscal en el Ejército Peruano. Posteriormente regresará a soldado raso para completar otro ciclo de ascenso con todos los honores. El Niño Chaperito es el protector del ejército del pueblo peruano. “Así está escrito y así se hará.” Amén.

martes, 19 de mayo de 2009

HISTORIA DE TARMA



Revisión Histórica del Pueblo Tarmeño
Durante el Tercer Horizonte (Carácter Pan-Peruano; Siglos XII al XVI D. de C.) lapso paralelo al Imperio de los Incas, Tarma fue asiento de un grupo tribal, la de los Tarumas o Taramas, comunidad tribal que ha dejado vestigios en los vecinos cerros de Capia, Tarmatambo, Sacsamarca, Huangremarca, Payhuacaca, Tupín, Muruhuay, Vilcabamba, Willcashmarca y otros; que durante el Incario pasaron a convertirse en puestos de vigilancia unos y otros en fortalezas y evitar así posibles incursiones de los naturales de la Ceja de Selva.

Durante el Virreynato
De su fundación como ciudad española poco se sabe, la razón: no se tiene su Acta de Fundación; algunos afirman que sucedió el año de 1538 pero algunos tomando como referencia la fecha de fundación del pueblo vecino de Jauja, la Primera Capital Española del Perú, afirman que su fundación acaeció en 1533.
De todas maneras la Gran mayoría se inclina en que la fundación de Tarma tuvo lugar el 26 de Julio de 1538, bajo la sagrada protección de Santa Ana, de allí que se afirma que el primer nombre español que tuvo esta ciudad fue la de Santa Ana de la Ribera. Es muy posible que los fundadores de la ciudad fueron frailes dominicos que llegaron a estas zonas con la misión de evangelizar a los naturales por encargo de Francisco Pizarro. Pero por otra parte, existen versiones que afirman que Tarma pudo ser fundada por el propio:
Francisco Pizarro, quizá por el capitán Pedro de Alvarado y asimismo por el Capitán Alonso de Mercadillo.
En el Virreinato, en 1543 Tarma tenía prerrogativas de pueblo, aumentando su importancia, al punto que en la época, se empleaba la siguiente expresión "La Gran Provincia de Huaylas y Tarma", y Raymondi dice que Tarma era uno de los Corregimientos mas grandes del Arzobispado de Lima, empezando su jurisdicción a cuarenta Leguas de la capital y extendiéndose hacía el Oriente, hasta Marancochas.
Tarma adquirió toda su importancia colonial cuando fue cabeza de Intendencia en 1784, en la época del Virrey don Teodoro de Croix. En esta época se erigen fuertes, se crean milicias, se organizan misiones catequizadoras y Tarma, como entrada hacia la Selva y ciudad de buen clima, se convierte en base de operaciones.
El último corregidor de Tarma fue Don Francisco Cueller y el primer Intendente en 1784 fue Don Juan María de Gálvez, quien pidió para Tarma la formación de un Cabildo conforme a las Leyes del Reino. El primer regidor al fundarse el Cabildo fue don Lorenzo Antonio de Cárdenas como regidor perpetuo y Alcalde de Primer Voto.

Emancipación y República
Durante la Emancipación, Tarma jugó papel importante, de aquí se mantuvo correspondencia epistolar con la Provincia Argentina de Cuyo, lugar donde el general San Martín se encontraba formando su Ejército de los Andes; todo por obra del Coronel de Milicias José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, quién se hallaba recluido en la cárcel de esta ciudad por las autoridades españolas por rebeldía y agitación.
Mas tarde aprovechando la expedición de Arenales a la Sierra Central, va a ser uno de los pueblos que jura su independencia, cuando el 28 de Noviembre en Cabildo Abierto en la Plaza Mayor lanzaron su grito de independencia, firmándose el Acta por los vecinos notables y nombrándose como Gobernador Intendente Político y Militar a don Francisco de Paula Otero, quedando bajo su orden las milicias de Tarma, Jauja y Huancayo.
El orgullo de Tarma, con respecto a su independencia, anterior al momento cumbre de la Jura de la Independencia del Perú, es que mantuvo su libertad hasta el final, que no sucedió con otros pueblos que volvieron a caer en manos realistas como sucedió con los pueblos del Valle del Mantaro y de otros del Sur; y porque sirvió de base de operaciones para los guerrilleros del Centro y por cuya razón fue elevada a la categoría de Ciudad Predilecta.
Durante las épocas o momentos posteriores de vida republicana, Tarma siempre estuvo presente en jornadas heroicas como el apoyo general del pueblo tarmeño al Movimiento revolucionario de 1854, que enarbolará Castilla contra Echenique; más tarde en la Guerra con Chile, resaltaron las figuras de José Gálvez Moreno, Cecilio Limaymanta y la del "Batallón Tarma N° 7" de los cuales 700 tarmeños de los 750 que conformaban el batallón se inmolaron en las faldas de la Colina de Santa Teresa, defendiendo la ciudad de Lima, en la Batalla de San Juan.

ADOLFO VIENRICH DE LA CANAL


Diego Adolfo Vienrich De la Canal
Nació en Lima el 12 de noviembre de 1867 y falleció en Tarma, el 29 de setiembre de 1908.

Hombre multifacético: escritor, periodista, educador, farmacéutico, filólogo, folklorista, lingüista y filósofo. Descollante personalidad, reformador social, de talento enciclopédico, políglota, de pluma combativa, promotor de la cultura tarmeña, alumno predilecto del sabio Sebastián Barranca, Inspector de Instrucción, Alcalde de Tarma en dos periodos, Vicepresidente y Bibliotecario de la Sociedad “Amantes de la Ciencia”, Presidente del Comité Provincial de Tarma del Partido Radical de la Unión Nacional, precursor y padre del folklore literario del Perú. Todo esto y mucho más fue Diego Adolfo Vienrich de la Canal.

Se le describe como un hombre que nunca pretendió nada para sí; era sensible a todo lo justo y fraterno con todos. Ante todo, fue un intelectual de carácter enérgico, alma altiva y fraterno con todos. Hiperactivo, trabajador incansable, resuelto a impulsar las buenas ideas e iniciativas y las nobles acciones. Tenía inclinación hacia la clase necesitada.

El poeta Gustavo Allende Llavería llegó a decir de su profesor Diego Adolfo Vienrich que fue “un gran pensador, de silueta galana, impecablemente trajeado siempre, perfil de asceta investigador encuadrable con su sedosa barba rubia, cortada en punta; su mirada profunda, acerada, tenía reflejos que sugestionaban”.

Nace en Lima el 12 de noviembre de 1867. Primogénito de los siete hijos de don Adolfo Vienrich, natural de Berlín, y de doña Concepción de la Canal, perteneciente a una ilustre familia tarmeña.

A la edad de siete años llega a Tarma. Realiza sus primeros estudios en el Colegio Nacional “San Ramón” de Tarma y en 1884 regresa a Lima para culminarlos en el Çolegio Nuestra Señora de Guadalupe. Los estudios superiores de Ciencias Naturales los efectúa en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima. En Tarma ejerce su profesión de Farmacéutico, en la farmacia “El Progreso”.

El Diario “La Tarma” (18/12/1917), al editorializar sobre la personalidad de Vienrich manifiesta que “Adolfo Vienrich fue el apóstol de la idea; encarnó el movimiento cultural de su época; luchó contra añejas preocupaciones, interesadas costumbres y arcaicas instituciones. Hizo labor paciente de reforma y de renovación: fomentando el espíritu de emancipación y libertad; instituyó la cátedra del libre pensamiento; iluminó el alma de la juventud…señalándole nuevas rutas, haciéndola germinar en nuevas ideas y profesar nuevos principios; fundó el periódico erigiéndolo en tribuna de sus enseñanzas, difundió sus doctrinas avanzadas mediante el libro, el folleto, la palabra; dio a cada uno por ley y por fe el deber; dijo –piensa y lee, amarás el progreso y la libertad. Fomentó la iniciativa individual, impulsó, en fin, todos los grandes motores que conducen al hombre hacia el derecho, consagró el culto sagrado a la patria, defendiendo su soberanía enseñó la Constitución del Estado; proclamó el amor a la libertad, a la justicia y al derecho dondequiera; en una palabra, impulsó el ancho cauce de esa abrumadora corriente que se llama el progreso; tal fue el vasto plan de reformas que bosquejó su talento enciclopédico, en nobilísima colaboración con esa pléyade de distinguidos jóvenes tarmeños que le rodearon y admiraron, como los satélites que giran en torno del planeta atraídos por esa superioridad que ejercen los hombre de inteligencias elevadas”.

Dominó el quechua, el dialecto tarmeño, el castellano, el inglés y el francés, idiomas que le permitieron atesorar una vasta cultura. Logró organizar una biblioteca personal con más de tres mil volúmenes.

Fue discípulo predilecto del sabio Sebastián Barranca. Con la Tesis sobre el Aliso Peruano se gradúa de Bachiller en Ciencias naturales en 1888 y obtiene su título profesional de Farmacéutico en 1896.

A partir de 1981, fecha de su regreso de Tarma a Lima, trabaja como profesor de varios colegios secundarios: Instituto Científico, que dirigía el Dr. José Granda; el Liceo regentado por el matemático don Santiago Zapatero; Colegio “San Ramón” de Tarma (1899 y años siguientes) y en la Escuela Nocturna del Centro de Artesano Confederado (1904).

Miembro conspicuo del Círculo Literario de Lima y del Partido Radical de la Unión Nacional (1891), partido del que llegó a ser su Presidente en el Comité provincial de Tarma. El referido Comité tuvo por objetivo procurar el mejoramiento intelectual del pueblo de Tarma, para lo cual fundó una biblioteca que con la denominación de Vienrich de la Canal tiene a su cargo el Concejo provincial de Tarma.

Entregado los radicales de Tarma a la paciente y perseverante labor de divulgación doctrinaria, con Vienrich a la cabeza, en poco tiempo logran incrementar los militantes del Partido y Vienrich acomete la tarea titánica de fundar el periódico “La Unión”, que empezó a editarse casi al mismo tiempo que “La Aurora”, de igual tendencia, dirigida por Enrique H. Díaz. A poco tiempo deciden fusionar los periódicos y se constituye la Compañía Impresora Tarma y sale a la luz pública “La Aurora de Tarma”. La pluma combativa de Vienrich a través del periódico logra en permanente campaña suprimir el Pongaje, inicua servidumbre que pesaba sobre los indios, como rezago de la época colonial. Se convoca a elecciones municipales y triunfa el voto ciudadano, sale elegido Alcalde de Tarma don Diego Adolfo Vienrich de la Canal.

Vienrich colaboró en varios periódicos: “La Integridad”,de Abelardo Gamarra; “El Municipal”, “La Unión”, “La nueva simiente”, “La Aurora de Tarma”, “Diario Judicial” y “La Crónica médica” de Lima.

Publicó importantes oras: “Azucenas quechuas” (1905), “Apólogos Quechuas” (1906), “Silabario tarmeño”, “La Metodología del Cálculo y trozos selectos”, “Metodología de la Lectura”, y “Cartografía”.

De la obra “Silabario tarmeño”, transcribimos “El borracho”, que a la letra dice así: “El espíritu del mal se presentó un día a un hombre, en su forma más terrible y le dijo:

- Vas a morir; sin embargo, puedo perdonarte con una de estas tres condiciones: Mata a tu padre, maltrata a tu hermana, o bebe chacta.

- ¿Qué hacer? Pensó el pobre hombre. ¿Dar la muerte a quien me ha dado la vida? Es imposible. ¿Maltratar a mi hermana, golpearla? Es terrible.

- Por lo tanto, beberé aguardiente (chaccta).

Y bebió aguardiente; pero habiéndose embriagado, maltrató a su hermana y mató a su padre” (Imprenta “La Aurora de Tarma”, Tarma, 1905).

Vienrich de la Canal fallece en Tarma, el 29 de setiembre de 1908. Sus restos yacen en el Cementerio General de esta ciudad.

“Con él se apagó el faro más luminoso de la intelectualidad tarmeña; con él se derrumbó el refugio de los que sufren, y con él, en fin, se ha ido el espíritu más luchador y altivo que sirvió de guía a una generación robusta, repleta de ideales generosos y altruistas” puntualizaba José Castillo Atencio, en la obra “Corona Fúnebre” (Tipografía “Cahuide”, Tarma, 1908).

julio ramon ribeyro / CUENTO / interior L




Julio Ramón Ribeyro


Interior «L»


El colchonero con su larga pértiga de membrillo sobre el hombro y el rostro recubierto de polvo y de pelusas atravesó el corredor de la casa de vecindad, limpiándose el sudor con el dorso de la mano.—¡Paulina, el té! —exclamó al entrar a su habitación dirigiéndose a una muchacha que, inclinada sobre un cajón, escribía en un cuaderno. Luego se desplomó en su catre. Se hallaba extenuado. Toda la mañana estuvo sacudiendo con la vara un cerro de lana sucia para rehacer los colchones de la familia Enríquez. A mediodía, en la chingana de la esquina, comió su cebiche y su plato de frejoles y prosiguió por la tarde su tarea. Nunca, como ese día, se había agotado tanto. Antes del atardecer suspendió su trabajo y emprendió el regreso a su casa, vagamente preocupado y descontento, pensando casi con necesidad en su catre destartalado y en su taza de té.
—Acá lo tienes —dijo su hija, alcanzándole un pequeño jarro de metal—.
Está bien caliente —y regresó al cajón donde prosiguió su escritura.
El colchonero bebió un sorbo mientras observaba las trenzas negras de Paulina y su espalda tenazmente curvada. Un sentimiento de ternura y de tristeza lo conmovió. Paulina era lo único que le quedaba de su breve familia. Su mujer hacía más de un año que muriera víctima de la tuberculosis. Esta enfermedad parecía ser una tara familiar, pues su hijo que trabajaba de albañil, falleció de lo mismo algún tiempo después.
—¡Le ha caído un ladrillo en la espalda! ¡Ha sido sólo un ladrillo! —recordó que argumentaba ante el dueño del callejón, quien había acudido muy alarmado a su propiedad al enterarse que en ella había un tísico.
—¿Y esa tos?, ¿y ese color?—¡Le juro que ha sido sólo un ladrillo! Ya todo pasará.No hubo de esperar mucho tiempo. A la semana el pequeño albañil se ahogaba en su propia sangre.
—Debió ser un ladrillo muy grande —comentó el propietario cuando se enteró del fallecimiento.
—Paulina, ¿me sirves otro poco?Paulina se volvió. Era una cholita de quince años baja para su edad, redonda, prieta, con los ojos rasgados y vivos y la nariz aplastada. No se parecía en nada a su madre, la cual era más bien delgada como un palo de tejer.
—Paulina, estoy cansado.
Hoy he cosido dos colchones —suspiró el colchonero, dejando el jarro en el suelo para extenderse a lo largo de todo el catre. Y como Paulina no contestara y dejara tan sólo escuchar el rasgueo de la pluma sobre el papel, no insistió. Su mirada fue deslizándose por el techo de madera hasta descubrir un tragaluz donde faltaba un vidrio. «Sería necesario comprar uno», pensó y súbitamente se acordó de Domingo. Se extrañó que este recuerdo no le produjera tanta indignación.
¡También había tenido que sucederle eso a él!—Paulina, ¿cómo apellidaba Domingo?Esta vez su hija se volvió con presteza y quedó mirándolo fijamente.
—Allende —replicó y volvió a curvarse sobre su tarea.
—¿Allende? —se preguntó el colchonero. Todo empezó cuando una tarde se encontró con el profesor de Paulina en la avenida. Apenas lo divisó corrió hacia él para preguntarle por los estudios de su hija. El profesor quedó mirándolo sorprendido, balanceó su enorme cabeza calva y apuntándole con el índice le hizo una revelación enorme:
—Hace dos meses que no va al colegio. ¿Es que está enferma acaso?Sin dar crédito a lo que escuchaba regresó en el acto a su casa. Eran las tres de la tarde, hora eminentemente escolar. Lo primero que divisó fue el mandil de Paulina colgado en el mango de la puerta y luego, al ingresar, a Paulina que dormía a pierna suelta sobre el catre.
—­¿Qué haces aquí?Ella despertó sobresaltada.
—¿No has ido al colegio?Paulina prorrumpió a llorar mientras trataba de cubrir sus piernas y su vientre impúdicamente al aire. Él, entonces, al verla tuvo una sospecha feroz.
—Estás muy barrigona —dijo acercándose—.
¡Déjame mirarte! —y a pesar de la resistencia que le ofreció logró descubrirla.
—¡Maldición! —exclamó—.
¡Estás embarazada! ¡No lo voy a saber yo que he preñado por dos veces a mi mujer!—Allende, ¿no? —preguntó el colchonero incorporándose ligeramente—.
Yo creía que era Ayala.—No, Allende —replicó Paulina sin volverse.
El colchonero volvió a recostar su cabeza en la almohada.
La fatiga le inflaba rítmicamente el pecho.—Sí, Allende—repitió—. Domingo Allende.Después de los reproches y de los golpes ella lo había confesado.
Domingo Allende era el maestro de obras de una construcción vecina, un zambo fornido y bembón, hábil para decir un piropo, para patear una pelota y para darle un mal corte a quien se cruzara en su camino.
—Pero ¿de quién ha sido la culpa? —habíale preguntado tirándola de las trenzas.
—¡De él! —replicó ella—.
Una tarde que yo dormía se metió al cuarto, me tapó la boca con una toalla y...
—¡Sí, claro, de él! ¿Y por qué no me lo dijiste?
—¡Tenía vergüenza!Y luego qué rabia, qué indignación, qué angustia la suya. Había pregonado a voz en cuello su desgracia por todo el callejón, confiando en que la solidaridad de los vecinos le trajera algún consuelo.
—Vaya usted donde el comisario —le dijo el gasfitero del cuarto próximo.
—Estas cosas se entienden con el juez —le sugirió un repartidor de pan.Y su compadre, que trabajaba en carpintería, le insinuó cogiendo su serrucho.—Yo que tú... ¡zas! —y describió una expresiva parábola con su herramienta.
Esta última actitud te pareció la más digna, a pesar de no ser la más prudente, y armado solamente de coraje se dirigió a la construcción donde trabajaba Domingo.Todavía recordaba la maciza figura de Domingo asomando desde un alto andamio.
—¿Quién me busca?—Aquí un señor pregunta por ti.Se escuchó un ruido de tablones cimbrándose y pronto tuvo delante suyo a un gigante con las manos manchadas de cal, el rostro salpicado de yeso y la enorme pasa zamba emergiendo bajo un gorro de papel.
No sólo decayeron sus intenciones belicosas, sino que fue convencido por una lógica —que provenía más de los músculos que de las palabras— que Paulina era la culpable de todo.—¿Qué tengo que ver yo? ¡Ella me buscaba! Pregunte no más en el callejón. Me citó para su cuarto. «Mi papá no está por las tardes», dijo.
¡Y lo demás ya lo sabe usted!...Sí, lo demás ya lo sabía. No era necesario que se lo recordaran. Bastaba en aquella época ver el vientre de Paulina, cada vez más hinchado, para darse cuenta que el mal estaba hecho y que era irreparable. En su desesperación no le quedó más remedio que acudir donde la señora Enríquez, vieja mujer obesa a quien cada cierto tiempo rehacía el colchón.
—No sea usted tonto —lo increpó la señora—.
¡Cómo se queda así tan tranquilo! Mi marido es abogado. Pregúntele a él.Por la noche lo recibió el abogado. Estaba cenando, por lo cual lo hizo sentar a un extremo de la mesa y le invitó un café.
—¿Su hija tiene sólo catorce años? Entonces hay presunción de violencia. Eso tiene pena de cárcel. Yo me encargaré del asunto. Le cobraré, naturalmente, un precio módico.
—Paulina, ¿no te dan miedo los juicios? —preguntó el colchonero con la mirada fija en el vidrio roto, por el cual asomaba una estrella.
—No sé —replicó ella, distraídamente.
El sí lo tenía. Ya una vez había sido demandado por desahucio. Recordaba, como una pesadilla, sus diarios vagares por el palacio de justicia, sus discusiones con los escribanos, sus humillaciones ante los porteros. ¡Qué asco! Por eso la posibilidad de embarcarse en un juicio contra Domingo lo aterró.—Voy a pensarlo —dijo al abogado.
Y lo hubiera seguido pensando indefinidamente si no fuera por aquel encuentro que tuvo con el zambo Allende, un sábado por la tarde, mientras bebía cerveza.
Envalentonado por el licor se atrevió a amenazarlo.
—¡Te vas a fregar! Ya fui donde mi abogado. ¡Te vamos a meter a la cárcel por abusar de menores! ¡Ya verás!Esta vez el zambo no hizo bravatas. Dejó su botella sobre el mostrador y quedó mirándolo perplejo. Al percatarse de esta reacción, él arremetió.
—¡Sí, no vamos a parar hasta verte metido entre cuatro paredes! La ley me protege.Domingo pagó su cerveza y sin decir palabra abandonó la taberna.
Tan asustado estaba que se olvidó de recoger su vuelto.—Paulina, esa noche te mandé a comprar cerveza.Paulina se volvió.
—¿Cuál?—La noche de Domingo y del ingeniero.—Ah, sí.
—Anda ahora, toma esto y cómprame una botella. ¡Que esté bien helada! Hace mucho calor.Paulina se levantó, metió las puntas de su blusa entre su falda y salió de la habitación.El mismo sábado del encuentro en la taberna, hacia el atardecer, Domingo apareció con el ingeniero. Entraron al cuarto silenciosos y quedaron mirándolo. Él se asombró mucho de la expresión de sus visitantes. Parecían haber tramado algo desconocido.
—Paulina, anda a comprar cerveza —dijo él, y la muchacha salió disparada.Cuando quedaron los tres hombres solos hicieron el acuerdo. El ingeniero era un hombre muy elegante. Recordó que mientras estuvo hablando, él no cesó de mirarte estúpidamente los dos puños blancos de su camisa donde relucían gemelos de oro.
—El juicio no conduce a nada —decía, paseando su mirada por la habitación con cierto involuntario fruncimiento de nariz—.
Estará usted peleando durante dos o tres años en el curso de los cuales no recibirá un cobre y mientras canto la chica puede necesitar algo. De modo que lo mejor es que usted acepte esto...
—y se llevó la mano a la cartera.
Su dignidad de padre ofendido hizo explosión entonces. Algunas frases sueltas repicaron en sus oídos. «¿Cómo cree que voy a hacer eso?», «¡Lárguese con su dinero!», «...el juez se entenderá con ustedes!» ¿Para qué tanto ruido si al final de todo iba a aceptar?
—Ya sabe usted —advirtió el ingeniero antes de retirarse—.
Aquí queda el dinero, pero no meta al juez en el asunto.Paulina entró con la cerveza.
—Destápala —ordenó él.
Aquella vez Paulina también llegó con la cerveza pero, cosa extraña, hubo de servirle al ingeniero y a su violador. Ella también bebió un dedito y los cuatro brindaron por «el acuerdo».
—¿No quieres un poco?
—preguntó el colchonero.Paulina se sirvió en silencio y entregó la botella a su padre.Por el hueco del vidrio seguía brillando la estrella. Entonces, también brillaba la estrella, pero sobre la mesa ahora desolada, había un alto de billetes.
—¡Cuánto dinero! —había exclamado Paulina cayendo sobre el colchón.Mucho dinero había sido, en efecto, ¡mucho dinero! Lo primero que hizo fue ponerle vidrios al tragaluz. Después adquirió una lámpara de kerosene. También se dieron el lujo de admitir un perrito.
—Paulina, te acuerdas de Bobi? ¡El pobre!Y así como el perrito desapareció sin dejar rastros —se sospechó siempre del carnicero— el cristal fue destrozado de un pelotazo. Sólo quedaba el lamparín de kerosene.
Y el recuerdo de aquellos días de fortuna. ¡El recuerdo!—¡Qué días esos. Paulina!Durante más de quince días estuvo sin trabajar. En sus ociosas mañanas y en sus noches de juerga encontraba el delicioso sabor de una revancha. Del dinero que recibiera iba extrayendo en febriles sorbos, todas las experiencias y los placeres que antes le estuvieron negados. Su vida se plagó de anécdotas, se hizo amable y llevadera.
—¡Maestro Padrón! —le gritaba el gasfitero todas las tardes—.
¿Nos vamos a tomar nuestro caldito? —y juntos se iban a la chingana de don Eduardo.
—¡Maestro Padrón! ¿Conoce usted el hipódromo? —recordaba un vasto escenario verde lleno de chinos, de boletos rotos y naturalmente de caballos. Recordaba, también, que perdió dinero.—¡Maestro Padrón! ¿Ha ido usted a la feria?...
—¡Sería necesario poner un nuevo vidrio! —exclamó el colchonero con cierta excitación—.
Puede entrar la lluvia en el invierno.
Paulina observó el tragaluz.
—Está bien así—replicó—. Hace fresco.—¡Hay que pensar en el futuro!Entonces no pensaba en el futuro. Cuando el gasfitero le dijo: «¡Maestro Padrón! ¿Damos una vuelta por la Victoria?», él aceptó sin considerar que Paulina tenía ocho meses de embarazo y que podía dar a luz de un momento a otro. Al regresar a las tres de la mañana, abrazado del gasfitero, encontró su habitación llena de gente: Paulina había abortado. En un rincón, envuelto en una sábana, había un bulto sanguinolento. Paulina yacía extendida sobre una jerga con el rostro verde como un limón.
—¡Dios mío, murió Paulicha! —fue lo único que atinó a exclamar antes de ser amonestado por la comadrona y de recibir en su rostro congestionado por el licor un jarro de agua helada.Por el tragaluz se colaba el viento haciendo oscilar la llama del lamparín. La estrella se caía de sueño.—¡Habrá que poner un vidrio! —suspiró el colchonero y corno Paulina no contestara insistió—: ¡Qué bien nos sirvió el de la vez pasada! No costó mucho, ¿verdad? Paulina se levantó, cerrando su cuaderno.—No me acuerdo —dijo y se acercó a la cocina. Recogiendo su falda para no ensuciarla puso las rodillas en tierra y comenzó a ordenar los carbones.
—¿Cuánto costaría? —pensó él—.
Tal vez un día de trabajo —y observó las anchas caderas de su hija. Muchos días hubieron de pasar para que recuperara su color y su peso. Los restos de su pequeño capital se fueron en remedios. Cuando por las noches el farmacéutico le envolvía los grandes paquetes de medicinas él no dejaba de inquietarse por el tamaño de la cuenta.
—Pero no ponga esa cara —reía el boticario—.
Se diría que le estoy dando veneno.El día que Paulina pudo levantarse él ya no tenía un céntimo. Hubo, entonces, de coger su vara de membrillo, sus temibles agujas, su rollo de pica y reiniciar su trabajo con aquellas manos que el descanso había entorpecido.
—Está usted muy pesado —le decía la señora Enríquez al verlo resoplar mientras sacudía la lana,—Sí, he engordado un poco.Hacía de esto ya algunos meses.
Desde entonces iba haciendo su vida así, penosamente, en un mundo de polvo y de pelusas. Ese día había sido igual a muchos otros, pero singularmente distinto. Al regresar a su casa, mientras raspaba el pavimento con la varilla, le había parecido que las cosas perdían sentido y que algo de excesivo, de deplorable y de injusto había en su condición, en el tamaño de las casas, en el color del poniente. Si pudiera por lo menos pasar un tiempo así, bebiendo sin apremios su té cotidiano, escogiendo del pasado sólo lo agradable y observando por el vidrio roto el paso de las estrellas y de las horas. Y si ese tiempo pudiera repetirse... ¿era imposible acaso?Paulina inclinada sobre la cocina soplaba en los carbones hasta ponerlos rojos. Un calor y un chisporroteo agradables invadieron la pieza. El colchonero observó la trenza partida de su hija, su espalda amorosamente curvada, sus caderas anchas. La maternidad le había asentado. Se la veía más redonda, más apetecible. De pronto una especie de resplandor cruzó por su mente. Se incorporó hasta sentarse en el borde del catre:—Paulina, estoy cansado, estoy muy cansado... necesito reposar... ¿por qué no buscas otra vez a Domingo? Mañana no estaré por la tarde.Paulina se volvió a él bruscamente, con las mejillas abrasadas por el calor de los carbones y lo miró un instante con fijeza. Luego regresó la vista hacia la cocina, sopló hasta avivar la llama y replicó pausadamente:
—Lo pensaré.

(Madrid, 1953)

HUGO PESCE PESCETTO


Hugo Pesce Pescetto
Artículo escrito por:Dr. Zuño Burstein Alva.
Hugo Pesce, maestro e investigador, fallece repentinamente el 26 de julio de 1969, a los 69 años de edad, en plena producción intelectual, se desempeñaba en ese momento como Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, después de haber ejecutado una gigantesca, tesonera e impecable labor universitaria.
Dr. Hugo Pesce Pescetto
Ingresó a la docencia en el año 1945, luego en 1953 asume el cargo de profesor principal interino de medicina tropical y, posteriormente, como titular concursado, ocupa la Jefatura de dicha cátedra, la que desempeñó por 14 años consecutivos hasta el 15 de mayo de 1967, fecha en la que, por renuncia, pasa a la condición de profesor emérito. Su gran amor y dedicación a la universidad permitieron, gracias a su capacidad, contribuir en forma decisiva a que la Facultad de Medicina saliera airosa de una profunda y grave crisis que la amenazó en el año 1961.El Profesor Pesce nació en la ciudad de Tarma, Perú, el 17 de junio de 1900 y se graduó de médico en Génova, Italia, toda su actividad profesional la cumplió en el Perú. Inicialmente, se desempeñó como médico rural y entró en contacto con la problemática médico-social peruana, recogiendo para sí y para la posterior enseñanza universitaria la experiencia cotidiana del hombre peruano pegado al Ande, a quien acompañó por los senderos más escabrosos y ayudó en sus dolencias. Intelectualizó y planificó, con la rigurosidad sistemática del científico más exigente, todas sus vivencias, volcándolas en planteamientos doctrinarios, posiciones ideológicas de grandes proyecciones humanísticas y contribuciones prácticas a la solución de problemas que, como los aplicados al terreno de la salud pública, lo llevaron, en sus 33 años de fructíferas realizaciones, a fundar y consolidar la campaña antileprosa en el Perú, creando una metodología, una posición doctrinaria y una escuela leprológica de la que ha sido monitor y vocero ante todo certamen internacional sobre la materia y que le valió la posición de miembro del Comité de Expertos en lepra de la Organización Mundial de la Salud.Es necesario recordar el papel que jugó el doctor Pesce en el problema de la clasificación de la lepra, remontándose al IV Congreso Mundial de Lepra en El Cairo, en 1938, donde se estableció una nueva clasificación sin incorporar los conceptos de la minoría latinoamericana, que presentó un dictamen aparte. La delegación latinoamericana, al retorno, se reunió en Tres Corazones, Minas Gerais (Brasil), donde se aprobó un esquema previo y se comprometió solemnemente a acumular material demostrativo para, en un próximo certamen internacional, presentar un bloque doctrinario consistente.El doctor Pesce, después de fundar la campaña antileprosa en Andahuaylas (1938), asumió la clasificación latinoamericana y la aplicó en su material clínico-epidemiológico, poniéndola en acción en la campaña antileprosa de Apurimac, en abril de 1940. Al realizar, en octubre de 1946, la II Conferencia Panamericana de Lepra, en Río de Janeiro, logra poner de relieve el concepto de polaridad (Rabello y Schujman) e introducirlo en las resoluciones finales; al mismo tiempo, obtiene que se ubique en posición intermedia especial el grupo de los casos indiferenciados. En abril de 1948, se realiza el V Congreso Internacional de Lepra en La Habana y el profesor Pesce, con el apoyo especial del profesor Latapí y de los demás líderes sudamericanos, logró que los casos indiferenciados dejaran de constituir un tipo para pasar a hacer una forma, de cuyo seno salen los casos que van a los tipos polares y a cuyo seno regresan los casos curados de ambos tipos. Actualmente, la clasificación adoptada mundialmente se basa en la concepción latinoamericana.La gran talla intelectual del doctor Hugo Pesce desbordó, en dimensiones inconmensurables, la actividad médica y reluce como gran conferencista, literato y filósofo, manejando con pureza y extraordinaria habilidad el materialismo dialéctico para el análisis de un cuantioso acervo intelectual que su privilegiada mente enciclopédica logró atesorar, transformándolo en consultor obligado de críticos y estudiosos de la realidad peruana. Fue vicepresidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas del Perú y su producción intelectual, plasmada en numerosas obras, contribuciones científicas, ensayos, estudios y otras expresiones, es texto obligado y elemento de consulta que ha enriquecido la bibliografía peruana en todos sus aspectos.La vida del Profesor Pesce se proyectó, complementando así su figura polifacética, en la actividad gremial médica y en la dirigencia ideológica de la más pura esencia vanguardista, lo que le valió odiosas persecuciones que, en lugar de mellarla, engrandecieron y fortalecieron su figura, colocándolo a la altura de los más destacados paladines latinoamericanos, defensores de la paz y la renovación social. Luchador y trabajador infatigable, no escatimó el sacrificio personal y de su familia por las causas que son de la humanidad.

JOSE GALVEZ EGUSQUIZA


JOSÉ GÁLVEZ EGÚSQUIZA
Nación en Cajamarca el 2 de abril de 1822. Sus padres fueron don Manuel José Gálvez Paz y doña Micaela Egúsquiza.
Estudió en el Colegio de Ciencias y Artes de Cajamarca, y más tarde en 1836, comenzó a trabajar en una hacienda de propiedad de su familia. En 1842 viajó a Lima donde ingresó, conjuntamente con su hermano, al Convictorio de San Carlos. Recibido de abogado ejerció su profesión en Cerro de Pasco y Tarma.
Nuevamente en Lima, trabajó como maestro en el colegio "Nuestra Señora de Guadalupe", siendo posteriormente su Director. Dejó dicho cargo para incorporarse a la revolución de Ramón Castilla en Arequipa, contribuyendo enormemente en la abolición del tributo de los indios y en la emancipación de los esclavos.
Triunfada la revolución, fue nombrado Rector del Convictorio de San Carlos. En 1855 se realizaron las elecciones de representantes a la Convención Nacional, donde José Gálvez Egúsquiza salió elegido representante de los departamentos de Cajamarca y Pasco, por lo cual renuncia al rectorado del Convictorio.
Cuando la Convención fue disuelta por Castilla, José Gálvez Egúsquiza lo combatió, y habiendo estado complicado en un atentado contra él, salió desterrado del Perú rumbo a Europa.
Vuelto a la Patria en 1862, se dedicó a la abogacía y al año siguiente optó el grado de doctor en derecho en la Universidad de San Marcos.
Fue duro en sus críticas hacía el gobierno de Pezet por la debilidad mostrada frente a la escuadra española del Pacífico, lo que le valió el destierro a Chile. Cuando volvió se unió a la revolución de Ignacio Prado, y al triunfar ésta, asumió la secretaría de Guerra y Marina. Declarada la guerra a España, organizó la defensa del Callao en vista del inminente ataque español, el que se llevó a cabo el 2 de mayo de 1866. Ese día, generalizado el Combate, se oyó una fuerte explosión en la Torre de "La Merced" por efecto de una granada española. Allí se encontraba José Gálvez Egúsquiza, quien murió junto a otros heroicos oficiales y soldados.
Al día siguiente, el Gobierno dio un Decreto ordenando que en el Batallón de Artillería de Plaza se le considere Primer Jefe. Y cuando se leyó su nombre en el acto de revista, el comandante contestó: "Muerto Heroicamente en la Defensa de la Patria y en Honor de América".

José Gálvez Egúsquiza se caso con la tarmeña Ángela Moreno y Maíz. Es padre del héroe José Gálvez Moreno y abuelo del poeta José Gálvez Barrenechea.

CECILIO LIMAYMANTA


CECILIO LIMAYMANTA
“Iré, pero si no regreso les dirás a esos señores que Cecilio cumplió con su palabra”
Cecilio Limaymanta, un tarmeño de cuna humilde, está presente en las páginas de nuestra historia por ofrendar su sangre y su vida a fin de legar a las futuras generaciones una patria libre y soberana.
La historia lo registra con el siguiente hecho, el 8 de abril de 1879, a raíz de la declaratoria de la Guerra con Chile, Cecilio desempeña un rol protagónico durante la Campaña de la Sierra Central emprendida por el ilustre patricio de los Andes, Don Andrés Avelino Cáceres, fue pequeña en su actitud, pero inconmensurable en sus intenciones, en cierta ocasión cuando se le encargó misiones militares de cierto riesgo se despidió señalando: “Iré, pero si no regreso les dirás a esos señores que Cecilio cumplió con su palabra”. Sencilla sentencia que, sin embargo, encierra un profundo significado no sólo por la valentía con la que fue vertida, sino por la inmensidad de su patriotismo.
Cecilio Limaymanta representa al auténtico peruano de los Andes, al corajudo hombre de campo que no mezquina esfuerzo alguno cuando se trata de cumplir misiones en defensa de los intereses de la colectividad peruana puesta en riesgo ante la ambición de los chilenos invasores. El entregó su vida luchando por cumplir la misión encargada, sin revelar las estrategias de las huestes nacionales.
Por su heroica participación en la nefasta guerra con Chile, este gran hombre, campesino, fue declarado Héroe Nacional, la disposición legal suscrita por el gobierno, dispone que se edifique en Tarma un monumento que perennice su memoria y su gloria para ejemplo de las generaciones venideras.